Relato: La Cantina





Relato: La Cantina

Los relatos que he estado leyendo me hicieron recordar mi
primera vez, esta fue mi primera y �nica aventura, pero vale por cien. Si la
memoria no me juega malas pasadas, podr� hacer un relato completo, pero todo lo
que voy a describir es rigurosamente cierto.


Ten�a yo 17 a�os reci�n cumplidos y trabajaba de mesero en un
peque�o bar a las afueras de una ciudad fronteriza de la rep�blica mexicana. La
paga no era muy buena, pero me ayudaba a llevar dinero para pagar mis gastos en
casa de mis padres. Ya med�a en aquel entonces 1.82 m (Todav�a crec� otros tres
cent�metros). Soy ligeramente moreno cuando no me asoleo, y en ese tiempo no lo
hac�a, pues debido mi trabajo me desvelaba, levant�ndome tarde en consecuencia,
sin desayunar me iba un par de horas a un maloliente gimnasio a la vuelta de la
casa, regresaba, com�a y me iba en bicicleta al trabajo. Este era pr�cticamente
el �nico rato que me daba el sol y no pasaba de media hora.


Los due�os eran un matrimonio joven (Reci�n ahora me doy
cuenta, entonces los ve�a mayores), �l ten�a 28 a�os, de cabello rubio muy ralo,
con grandes entradas, los ojos azules, de complexi�n robusta, no muy alto (como
1.78 m) y gallardo. Ella 24 a�os, cara angelical, alta y delgada (Espigada)
med�a como 1.72 m, usaba un tipo de ropa poco usual por estos rumbos, se vest�a
como en las pel�culas gringas sale que visten las mexicanas, cubanas y
brasile�as, blusa blanca sin botones, de las que los tirantes forman parte de la
blusa y lo usan, no sobre los hombros, sino sobre los brazos con lo cual
muestran un escote generoso, falda larga hasta el tobillo (Alguna vez escuch�
decir a un cliente que seguro ten�a las patas chuecas y por eso no las quer�a
ense�ar). De pelo casta�o y unos ojazos verdes como el mar en la ribera. Yo le
ten�a terror, pues me hab�a tocado verla enojada, tanto con su marido, como con
alg�n parroquiano atrevido, entonces sus hermosos ojos echaban lumbre. Adem�s la
ve�a con respeto, como una persona mayor, casi tan vieja como mi madre, seg�n
yo, por lo que no sent�a ninguna atracci�n hacia ella, a pesar de que de vez en
cuando, mientras me ayudaba a acomodar alg�n objeto o cargar algo, al agacharse
enfrente de m�, mostraba generosamente sus lindas tetas. No usaba sost�n, pues
no lo necesitaba, ya que sus pechos eran muy firmes y mas bien peque�os, como si
se hubiera puesto sobre el pecho dos pelotas de b�isbol y las hubiera cubierto
de piel, con aureolas peque�as y pezones sonrosados pero estos si muy grandes,
tan gruesos como mi dedo pulgar. Pero cada vez que aquello suced�a, yo volteaba
a ver para otro lado, a pesar del im�n de miradas que ten�a yo enfrente, esto se
deb�a a dos razones, en primer�simo lugar al p�nico que me produc�a la sola idea
de hacerla enojar y en segundo lugar, que como repito, la consideraba una
persona mayor y en aquel entonces los j�venes respet�bamos a nuestros mayores.
Tambi�n me fascinaban sus pies, peque�os y de arco amplio, siempre calzados por
unas finas sandalias que permit�an apreciar su belleza.


Como el lugar no era muy grande generalmente est�bamos
�nicamente la se�ora y yo atendi�ndolo, ella detr�s de la barra y yo en las
mesas. El marido trabajaba entre semana como contador de una cadena de
supermercados, todos los d�as cuando sal�a de su trabajo llegaba al bar a sacar
la cuenta de las ganancias del d�a y recoger a su mujer. Los viernes y s�bados
en la noche que eran los m�s concurridos, tambi�n el se�or atend�a, �l detr�s de
la barra y cobrando, mientras la se�ora preparaba las botanas o ayudaba a
preparar bebidas y yo no me daba abasto apenas para lavar la cantidad de vasos,
copas y dem�s recipientes que se ensuciaban y tambi�n atender en las mesas. Los
domingos era Ley Seca, de manera que ese d�a descans�bamos todos. A pesar de mi
juventud notaba que no era demasiado cordial la relaci�n entre los esposos, solo
ten�an cuatro a�os de casados y su trato era m�s bien indiferente, ve�a yo mas
arrumacos entre mis padres con veinte a�os m�s de matrimonio que entre mis
patrones.


Mi patr�n siempre llegaba alrededor de las nueve de la noche
y se quedaba hasta cerrar a la medianoche, como lo dispon�a el "Bando De Moral Y
Buen Gobierno" que imperaba en aquel tiempo. A esa hora yo tomaba mi bicicleta y
me iba a mi casa, mientras mis patrones tomaban su carro para irse a la de ellos
que estaba al lado opuesto. A veces los s�bados cuando el ambiente estaba muy
bueno y los clientes se lo ped�an mi patr�n, este cerraba el negocio para los
que llegaran tarde, pero la fiesta segu�a adentro.


Un mi�rcoles del mes de julio que estuvo bastante flojo, con
muy pocos parroquianos, mi patrona invent� irle adelantando a la limpieza de las
mesas y acomodar las botellas y dem�s trabajos, para que al d�a siguiente
pudi�ramos llegar un poco m�s tarde, con el bar ya listo para abrir solamente,
no me pareci� mala la idea, aunque no pidieron mi opini�n, pues generalmente
lleg�bamos dos horas antes de abrir el local para efectuar estos menesteres, as�
podr�a quiz�s ir al cine o dormir otro rato. Total que poco antes de las nueve
llam� mi patr�n para informar que ten�a un inventario en su trabajo y no podr�a
llegar a las nueve como acostumbraba, sino m�s tarde, como el d�a hab�a estado
muy tranquilo su mujer le dijo que no se preocupara que yo la estaba acompa�ando
y me har�a esperar a que �l llegara. Esto no me hizo mucha gracia, pero confiaba
que no se tardara demasiado. Total que dieron las doce y media y el bendito
hombre no aparec�a. Habl� mi patrona a su oficina y le confirm� nuestras negras
sospechas, el inventario se iba a prolongar por lo menos unas tres horas m�s.
Inmediatamente le cambi� el semblante a la mujer, trat� de pelearle al marido
que viniera por ella, la llevara a su casa y se volviera a ir, pero era una
guerra perdida, pues aunque el bar dejaba buenos centavos, dos terceras partes
del ingreso del matrimonio proven�an del trabajo del marido, as� que �ste era el
que llevaba las preferencias, adem�s, de acuerdo a la pol�tica de la empresa,
ning�n empleado pod�a salir del �mbito laboral mientras no se terminara
completamente el trabajo.


Volte� mi patrona a verme con aquellos ojos maravillosos que
ahora se ve�an angustiados.


- �Y ahora que hacemos?


Me pregunt� con una voz que casi se le quebraba a punto de
histeria. �Que curioso Pens�! Ahora si me pregunta, cuando que siempre se limita
a ordenarme. Ten�a yo ganas de decirle �Hacemos Kemo Saby? Que quiere decir en
nuestra tierra "�sa es tu bronca y me tiene sin cuidado". Pero desde luego que
no podr�a hacerlo jam�s, por mas de una raz�n (Que es mujer, que es hermosa, que
estaba angustiada, que es la que me paga, etc�tera).


- �Qu� quiere que hagamos? Fue lo que contest�


- �Qu�date conmigo, te dar� lo que t� quieras!


- �Lo que yo quiera?


Esto lo dije sonriendo, quiz� medio pensando en alguna tarde
libre, o una botellita de regalo para alguno de mis amigos. Les juro que mi
contestaci�n fue autom�tica, simple, inocente, l�gica, sin el mas leve intento
de chantaje o abuso de mi parte, pero aparentemente no son� as� como lo expres�,
porque de repente vi que le cambi� nuevamente el brillo de sus ojos y me dijo
con cierta picard�a.


- �Qu� es lo que quieres?


Al decir esto cruz� la pierna (Ella estaba sentada) y su
diminuto pi� asom� por debajo de su falda.


Todav�a no logro explicarme que pas�, no s� si fue por la
hora desacostumbrada, las ganas de irme a mi casa, el Destino, la Divina
Providencia, Satan�s, en fin, lo que a ustedes se les ocurra, el caso es que
ante �sa visi�n pens� como me gustar�a chupar los dedos de su hermoso pi� y lo
dije en voz alta sin darme apenas cuenta.


- Me gustar�a besarle los...


Me detuve en plena consciencia repentina de mi atrevimiento y
sintiendo que el mundo se me ven�a encima, me le qued� viendo aterrorizado.


Nuevamente mal interpret� mis pensamientos y soberbia, como
siempre, sabi�ndose due�a absoluta de la situaci�n, se par� y se acerc� hacia
m�, natural, con andar felino, como una gata hacia el rat�n que no se atreve a
moverse. Y entonces mi mundo cambi� para siempre, mi posici�n en el bar, mi
respeto medroso hacia mis patrones, mi conocimiento de la vida y de las mujeres.


Sucedi� lo que ni siquiera me hab�a yo atrevido a so�ar. Ella
se baj� la blusa mostr�ndome la gloria de sus pechos, blancos, enardecidos,
desafiantes, con los pezones endurecidos apuntando hacia m�.


- �Es esto lo que quieres besar?


Afortunadamente no me atrev� a contestarle, pues soy tan buey
que le hubiera dicho que no, que eran los pies, solo atin� a agachar la cabeza y
quedarme viendo el suelo (Les digo que soy buey). Pensaba que si me acercaba a
bes�rselos me iba a dar una cachetada, insult�ndome, corri�ndome del trabajo,
dici�ndole al marido para que �ste a su vez me fuera a dar una paliza, etc�tera.


Ella me se�al� una silla cercana y me indic� que me sentara y
me quitara la camisa, as� lo hice y continu� la gloria. Se sent� en mis piernas
apoyando su espalda sobre mi brazo izquierdo, provoc�ndome la primera erecci�n
en su honor, antes de eso no me hubiera atrevido, coloc�ndome su pez�n directo a
mi boca. Ni que decir que me pegu� al mismo como becerro reci�n nacido, deseando
verdaderamente que brotara leche de aquellos primores. No s� cuanto tiempo
estuve besando, lamiendo, succionando, mordisqueando y volviendo a besar, lamer,
succionar y mordisquear el par de maravillas. Debe haber sido bastante tiempo,
pero a m� se me pas� volando, no quer�a soltar mi presa, aunque nadie me la
estaba quitando. Mi patrona mientras tanto, sin que yo estuviera consciente de
ello hab�a colocado su brazo derecho sobre mi hombro y con su mano izquierda
acariciaba mi pecho, durante mi agasajo, d�ndome un suave masaje que me enervaba
a�n m�s. En un momento dado, medio recobr� consciencia de lo que pasaba y me di
cuenta que ella me ten�a abrazado, con sus manos detr�s de mi nuca, apret�ndome
contra su pecho por si quisiera yo escaparme, y bes�ndome la frente en el
nacimiento del cabello. Ya hab�a sacado los brazos de su blusa y ten�a �sta
bajada hasta la cintura. Mis manos buscaron sus pechos encontr�ndolos mullidos
receptivos y anhelantes, mientras continuaba mi actividad de nutrici�n directa
con la misma intensidad de antes, hasta que de pronto la empec� a o�r gemir.
Alc� mi cabeza para contemplarla y ella se agach� para besarme. Su lengua
candente penetr� mi boca ansiosa de la suya, mi lengua anfitriona dio la
bienvenida a la visitante, acompa��ndola en su recorrer por el h�medo recinto,
acarici�ndose ambas mutuamente. Mis gl�ndulas generaban r�os de saliva que eran
ansiosamente succionados por mi bella seductora, como sediento viajero del
desierto. Pas� mis brazos por su espalda, abraz�ndola tambi�n jal�ndola hacia
m�, por si pensaba en separarse, la piel de su espalda se sent�a suave y
ardiente, empec� a recorrerla con mis manos arriba y abajo, queriendo perpetuar
esa caricia. Estuvimos as� abrazados bes�ndonos una eternidad que pas� en un
suspiro. Se separ� un momento de mi abrazo y vi�ndome amorosamente pregunt�:


- �Era esto lo que quer�as para quedarte?


Yo empec� a re�r, pero no le quer�a decir que no esperaba
tanto, pero ella insisti� juguetona, bes�ndome la cara, mientras continu�bamos
desnudos ambos de la cintura para arriba, sintiendo sobre mi pecho la dulce
calidez del de ella. Por fin le confes�, que nunca me hubiera atrevido siquiera
a pensar en merecerme lo que me hab�a dado, que me hubiera conformado con que me
permitiera besarle los pies. Ella me dio otro beso h�medo y ligero en los labios
y me dijo:


- �Pues que bueno que me equivoqu�!


No s� si en ese momento fue que se dio cuenta del bulto que
estaba oprimiendo donde estaba sentada, o si ya lo hab�a notado, pero
deliberadamente no le hab�a prestado atenci�n, el caso es que de repente dijo:


- �Vaya, vaya! �Qu� tenemos aqu�?


Se incorpor� y me hizo ponerme de pi�, yo no quer�a, pues a
pesar de la reciente vivencia, todav�a me daba pena que me viera el estado de
excitaci�n en que me encontraba. Ella ri� encantada, me desabroch� el cintur�n y
el pantal�n, meti� sus pulgares por atr�s sobre mis nalgas y de un tir�n me baj�
pantalones y calzoncillos, cayendo estos hasta mis tobillos. Mi miembro se
mostr� en todo su esplendor, pareciera que ten�a varices en el pene de tan
gruesas que se notaban las venas y el glande que apenas asomaba por el prepucio,
estaba morado de la cantidad de sangre que estaba hinch�ndolo.


- �Vaya, vaya! �Est�s a punto de reventar! �No debemos
desperdiciar esto! �Si�ntate otra vez Cari�o! (�Cari�o! Me sent� en la gloria. A
pesar del maravilloso encuentro que acab�bamos de tener, a�n me cohib�a el hecho
de que ella era mi patrona y una persona "Mayor". Adem�s no hab�a pasado una
hora desde la �ltima vez que me aterroriz� su presencia y ahora acababa de
llamarme Cari�o).


Me sent� nuevamente, provoc�ndome un respingo el sentir la
madera sobre la piel de mis nalgas. Nunca en mi vida hasta entonces me hab�a yo
sentado sin ropa en otro lugar que no fuera la taza del inodoro, ni acab�ndome
de ba�ar, pues lo primero que hac�a despu�s de secarme era ponerme los
calzoncillos.


No s� si ella not� mi inquietud, pero estaba muy atareada
quit�ndome la ropa y los zapatos. Preciosa imagen ofrec�a ante mis ojos con su
torso desnudo y la larga falda, inclinada ante m� sac�ndome los zapatos y
calcetines.


Continuaron las sorpresas, acto seguido se arrodill� entre
mis piernas, acariciando mis muslos y mirando con avidez mi enardecido
instrumento, acerc� con suavidad su mano derecha hasta tocar la base y con
suavidad lo acarici� estirando la piel para echar atr�s el prepucio mostrando la
cabeza enardecida, sin dejar de mirarla abri� su boquita y sac� la lengua y
empez� a darme leng�etazos como si estuviera saboreando un caramelo, a
continuaci�n introdujo mi virilidad entre sus labios y empez� a chupar, tratando
de meterse lo m�s posible, sent� en la punta el fondo de su garganta y su lengua
me proporcionaba una caricia extra, continu� efectuando el recorrido de sus
labios que casi alcanzaban la base, luego para atr�s hasta casi sacarlo (No vi
mi glande en ning�n momento durante esta operaci�n), volviendo nuevamente a
introducirlo, todo esto despacio, con suavidad.


Volvi� hacia m� su vista mientras realizaba este trabajo,
notando en sus ojos la satisfacci�n que le produc�a estarlo haciendo. No tard�
mucho en descargar mis bolas, le avis� que ya ven�a, pero el �nico caso que me
hizo, fue continuar masturb�ndome con su manita, sin sacarse de la boca su
trofeo y sin dejar de mirarme divertida. Conforme descargaba ella se tragaba mi
semen sin pesta�ear siquiera, ni separar su mirada de la m�a. Termin� de
venirme, pero ella continu� chup�ndome y lami�ndome un rato m�s. Por supuesto
que en ning�n momento perd� la erecci�n.


Se levant� quedando frente a m� que estaba totalmente desnudo
mientras que ella todav�a ten�a puesta su falda y sus sandalias. Sin hacer el
menor intento de tapar sus encantos, se dirigi� al tel�fono para comunicarse con
su marido.


- Si querido. Aqu� est� todav�a conmigo. No te preocupes,
estoy segura de que me acompa�ar� hasta que llegues. Est� bien, ni modo. �Qu� le
vamos a hacer?


A todo esto, yo no hab�a hecho ni el intento de vestirme o
por lo menos cubrirme, me estaba acostumbrando a estar desnudo y me estaba
gustando. Regres� hasta m� y se sent� sobre una de las mesas, la que estaba m�s
pr�xima a m� y me dijo:


- �A�n quieres besarme los pies?


Brinqu� emocionado, cayendo de rodillas ante ella.


- �Qu� si quiero? Solo quiero lo que usted quiera. Despu�s de
hoy soy su esclavo, dif�cilmente podr� negarle algo.


- �Vaya, vaya! Eres toda una adquisici�n, por un momento tem�
que me perdieras el respeto, pero veo que estamos mejor que antes. Bueno pues
empieza a darte gusto, d�ndome gusto, que mi marido se va a tardar por lo menos
otras tres horas.


Diciendo esto estir� su pi� derecho en mi direcci�n. Lo tom�
cuidadosamente del tal�n y le quit� la sandalia, ella estir� el otro y efectu�
la misma operaci�n. Los sostuve as� y empec� a besarlos y chuparlos con
fruici�n, como ella hab�a hecho con mi pene. Me met� sus deditos a la boca,
desde el dedo gordo hasta el chiquito, primero de un pi� y luego del otro, me
met� ambos dedos gordos a la vez, pas� mi lengua una y mil veces entre sus
dedos, no me cansaba de hacerlo, no s� cuanto tiempo hubiera continuado si ella
no me detiene.


- �No te interesa ver lo que tengo debajo de mi falda?


Como antes dije, ni se me hab�a ocurrido faltarle al respeto
de ese modo, pero ya solicitado, volv� mi mirada hacia arriba, donde ya ella
estaba levantando su falda hasta su regazo. �Cre� que iba a desmayarme! Adem�s
de lo magn�fico de sus piernas, largas, blancas y redondeadas, con cada curva en
el lugar preciso, descubr� otro secreto de mi patrona �No le gustaba la ropa
interior! Una hermos�sima mata de pelo grueso adornaba el monte de Venus de mi
due�a.


- Ven, trae esa lengua magn�fica para ac�. Te ir� indicando
lo que no sepas, pero estoy segura de que hallar�s el camino de mi placer por ti
mismo. �Claro que quer�a darle placer! Estaba dispuesto a dedicar el resto de mi
vida a ella, aunque nunca m�s se repitieran las actividades de esa noche. Se
baj� de la mesa y camin� hacia la barra, se despoj� de su falda y la tendi�
sobre el mostrador, la ayud� a subirse a �ste y me coloqu� entre sus piernas
apoyando mis axilas sobre sus muslos y empec� a peinar sus vellos con mis manos
para despejar el camino al Para�so. Ella se recost� sobre la barra y yo qued� de
pi� inclinado sobre su sexo. Un olor, vagamente percibido en otras ocasiones,
cuando hab�a mujeres cerca llen� mis fosas nasales. Supe hasta entonces de donde
proven�a ese olor. Soy de los pocos afortunados que disfrutan de ese aroma,
desde el primer momento que tuve acceso a mi amada disfrut� de su esencia.
R�pidamente empec� a lamer sus labios vaginales y met� mi lengua lo m�s que pude
por su vagina, degustando el sabor de sus l�quidos.


- �As� me lo esperaba!


Dijo ella suspirando, mientras yo continuaba mi exploraci�n
en sus intimidades. No pas� mucho tiempo para que descubriera su botoncito,
donde al pasar la lengua la sent� estremecerse, lo que me dio indicaci�n de
continuar sobre el mismo.


- �As� me lo esperaba!


Repiti� mi ama, con lo cual entusiasmado por su aprobaci�n,
acomet� con mas dedicaci�n a su placer. Despu�s de un rato puse mis brazos
debajo de sus piernas, las cuales pas� sobre mis hombros, ofreci�ndome a la
vista el orificio de su ano, apenas lo vi pas� mi lengua por �l para
acariciarlo.


- �As� me lo esperaba!


Volv� a escuchar esa frase que me volv�a loco de contento,
pues me indicaba que lo estaba haciendo bien, continu� con mi operaci�n hasta
que se me ocurri� introducir un dedo en su vagina primero y despu�s de un rato
tambi�n en su culito, y despu�s uno en cada orificio, en cada ocasi�n volv� a
escuchar la deseada frase:


- �As� me lo esperaba!


De repente me sujet� la cabeza con sus manos apret�ndome
contra su pelvis, mientras sus muslos tambi�n me apretaban las orejas
inmoviliz�ndome y empez� a convulsionarse, mientras un exhalaba grito de
satisfacci�n. En eso son� el tel�fono.


- Contesta t� mientras me levanto, dile que estoy en el ba�o.


Por supuesto que era el marido para disculparse porque
continuaba en su trabajo, me dijo que no me fuera a mover de ah�, que
probablemente me tuviera que esperar hasta el amanecer, que �l me lo
recompensar�a, en eso ya se acerc� la patrona y tom� el tel�fono, d�ndome la
espalda se puso a hablar con su esposo, repiti�ndole que no se preocupara por
ella, que me ten�a que compensar, porque a lo mejor no era la �ltima vez que
requirieran de mis servicios. Estaba parado junto a ella escuch�ndola, desnudos
los dos, cuando tuve la primera iniciativa de la noche. Colocando mi pene entre
sus gl�teos la abrac� desde atr�s, dirigiendo mi mano derecha a su pelambre y la
izquierda a acariciarle el pez�n derecho, apret�ndola contra de m�. Ella recarg�
su cabeza en mi hombro y su mano izquierda se coloc� sobre la m�a, apoyando mi
acci�n, mientras continuaba dialogando con su consorte, yo bes� su cuello
durante largo rato. Colg� y nos quedamos as� un tiempo, abrazados, acarici�ndola
yo mientras ve�a como su pecho se mov�a al comp�s de su respiraci�n y mi miembro
se enardec�a entre sus nalgas. Despu�s se volte�, pas� sus brazos sobre mis
hombros y me abraz�, mientras yo la tomaba por la cintura y nos volvimos a
besar, as� parados, desnudos, disfrutando cada uno de la presencia del otro. Nos
besamos con la misma pasi�n que en un principio, nuevamente nuestras lenguas
queri�ndose fundir como si fuera una sola. Esta vez fue mi lengua la que visit�
su boca, recibiendo las mismas atenciones que yo le prodigu�. Esta vez fui yo
qui�n sorbi� gustoso las emanaciones de sus gl�ndulas salivales, bebiendo �vido
su contenido.


Continuamos un rato mas con nuestras lenguas jugando a las
visitas, hasta que ella me indic� que me sentara. As� lo hice y nuevamente ella
se sent� sobre de mis muslos, solo que esta vez d�ndome el frente y con una
pierna de cada lado de las m�as. Tom� mi pene y lo acerc� a su gruta,
coloc�ndolo en la entrada y empez� a deslizarse hacia m�, mientras observ�bamos
como iba desapareciendo poco a poco, hasta estar totalmente en su interior,
unidas nuestras pelambres. Volvimos a besarnos con pasi�n desenfrenada, hasta
que pasados unos momentos ella empez� un ligero vaiv�n con su cadera provocando
que mi pene entrara y saliera alternativamente de su vagina. Dejamos de besarnos
mientras ella continuaba su ritmo y yo la observaba embelesado, con sus ojos
cerrados y su respiraci�n entrecortada sintiendo su aliento fundirse con el m�o.
Ella manten�a sus brazos por encima de mis hombros, cruzando sus mu�ecas por
detr�s de mi nuca, mientras yo acariciaba tiernamente sus muslos. No pas� mucho
tiempo sin que sintiera yo nuevamente la inminente descarga de mi semen, quise
avisarle pero ya no tuve tiempo, la eyaculaci�n fue nuevamente abundante
adentr�ndose en el �tero de mi amada.


De repente abri� los ojos asustada, me vio y se levant�
violentamente de m�, su mano izquierda palp�ndose la vagina que escurr�a mi
leche y la derecha sobre su cabeza gritando:


- �Torpe, torpe, torpe! �Que barbaridad!


En eso volte� a verme donde yo estaba asustado, casi con
ganas de llorar y nuevamente se abalanz� sobre de m� y me abraz� diciendo:


- �T� no, mi Amor (Mi Amor)! �Perd�name (Perd�name)! Me
refer�a a m� misma cuando dec�a torpe, yo deb� suponer que con tu juventud te
recuperar�as r�pidamente y deb� estar atenta, adem�s era yo qui�n estaba sobre
de ti, ni modo que te quitaras.


Mientras dec�a esto me cubr�a de besos la cara, mientras yo
trataba recuperarme del c�mulo de impresiones recibidas en tan corto tiempo.
Despu�s del sustote, mi miembro estaba totalmente fl�cido, aunque todav�a
escurr�a un poco. Volvi� a besarme los labios, con una ligera caricia de su
lengua.


Entonces se incorpor� y me dijo:


- Ven, acomp��ame, tengo ganas de orinar.


Me tom� de la mano y me hizo seguirla. No cre� lo que
escuchaba, quer�a que la acompa�ara al ba�o donde iba a orinar �Me dejar�a
verla? El solo pensarlo hizo que se empezara a recuperar mi excitaci�n.
Efectivamente nos metimos al ba�o de ellos, de los patrones, al cual solo ten�a
permiso para entrar a limpiarlo, pero como empleado deb�a usar el de la
clientela. Aqu� ten�an una ducha que usaba �nicamente mi patr�n, pues mi patrona
llegaba ba�ada de su casa, en cambio �l ven�a de estar todo el d�a en su
trabajo. Total que me condujo y nos metimos a la ducha, una vez ah�, sin
soltarme de la mano se agach� a orinar mientras yo la contemplaba.


- Ahora te toca a ti �Tienes ganas?


Me dijo, mientras se colocaba a mis espaldas y tomaba mi
verga con su mano, para dirigir el chorro que por poco no sale de la excitaci�n
que me cargaba.


Despu�s abri� las llaves de la ducha, para que no estuviera
fr�a el agua, pues aunque era �poca de calor ella prefer�a el agua templada y yo
tambi�n.


Procedimos a ba�arnos, enjabon�ndonos mutuamente, poniendo
especial atenci�n a las partes m�s agradables del cuerpo del otro, dedicados a
proporcionarnos placer, tall�ndonos as� enjabonados uno contra el otro. Por
supuesto que esto tuvo su inmediata recompensa, pues en menos de lo que se los
platico ya estaba yo nuevamente como si no hubiera tenido sexo en toda la
semana. Ella se volte� mostr�ndome nuevamente aquella grupa maravillosa y
apoy�ndose en la pared me pidi� que la volviera a penetrar, lo que hice gustoso
empal�ndola de una sola estocada, as� de lubricada estaba.


- No te preocupes ya si te vienes adentro de m�, estoy
pensando que no es tan malo como lo cre� en un principio.


Continu� mi vertiginoso mete y saca, pero esta vez me tard�
bastante m�s en venirme, yo creo que como veinte minutos, ella aullaba de placer
y seg�n me dijo tuvo varios orgasmos, yo ni enterado en ese entonces de que se
trataba, cuando por fin sent� venirme, la sujet� firmemente por las caderas y
nuevamente su interior fue ba�ado por mi flujo seminal. Volvimos a enjabonarnos
y ella me pidi� que le introdujera un dedo en el ano, cosa que hice con
much�simo gusto. As� estuvimos otro rato bes�ndonos, y despu�s nos enjuagamos,
todo este rato con mi dedo dentro de su culito. Salimos de la ducha y ella sac�
del botiqu�n un frasquito de vaselina, despu�s sin secarnos siquiera volvimos al
bar. Ella insisti� en caminar con mi dedo todav�a bien insertado, mientras yo
tuve que caminar un poco encorvado y apoyado en ella. Luego se acomod� de panza
sobre uno de los taburetes altos de la barra y me pidi� que ahora si sacara el
dedo de donde se encontraba y lo embadurnara de vaselina y procediera a hacer lo
mismo con su culito.


Despu�s me indic� que tratara de meterle dos dedos en el ano,
as� lo hice con mucho cuidado pues tem�a lastimarla, estuve un rato
acarici�ndole el orificio con los dos dedos y entonces me pidi� que la penetrara
con mi instrumento. Empec� por embarrarme bien el glande de vaselina, lo coloqu�
a la entrada de su agujero posterior y proced� a empujar despacito. Vi como mi
cabezota empezaba a abrir camino y era aceptado en el interior de mi amada.
Pronto desapareci� mi glande en las apretadas profundidades y continu�
introduciendo cent�metro a cent�metro hasta que no qued� nada mas que meter.
Permanecimos as� un buen rato, sin casi movernos, yo la acariciaba toda, pasando
mis manos por todo su cuerpo, especialmente por las nalgas, los muslos, volv�a a
subir las manos y le acariciaba el est�mago, los pechos, despu�s la espalda, el
cuello, le peinaba el cabello con mis dedos. Ella empez� a apretar y soltar
alternativamente su esf�nter lo que me produc�a una sensaci�n como si me
estuviera masturbando, empec� a lamerle el cuello y los hombros, a mordisquearle
las orejas e introducir mi lengua en su o�do, al hacer esto �ltimo se le pon�a
la carne de gallina, pero me ped�a que no dejara de hacerlo cada vez que me
retiraba. Empec� suavemente a sacar y volver a introducir mi herramienta en la
preciosa funda, despacio continu� haci�ndolo r�tmicamente, sin alcanzar la
velocidad de frenes� de la vez anterior en el ba�o. En menor tiempo que antes
volv� a derramarme en su interior (Aunque por el otro lado), quedando ambos
desfallecidos. De pronto se levant� y corri� al ba�o diciendo:


- Esp�rame tantito que voy a zurrar


- �No quieres que te vea? Pregunt�


- Si no te molesta el olor, adelante. Dijo ella.


Entr� detr�s de ella que corri� a sentarse en el trono y
empez� a oler bastante fuerte mientras se o�an los ruidos caracter�sticos de
estas funciones, pero no me import�, pues eran olores de mi amante y yo la
adoraba. Ella tir� de la cadena para que empezara a disminuir el olor y tom� un
pedazo de papel para limpiarse, se me qued� viendo unos instantes y alarg� el
papel hacia m� diciendo:


- Dijiste que ser�as mi esclavo. �Ven l�mpiame!


Nunca un esclavo recibi� una orden que lo hiciera tan feliz,
tom� ansioso el papel que me entregaba ella, se par� d�ndome la espalda y se
dobl� abrazando sus piernas ofreciendo nuevamente a mi vista la ya muy conocida
pero no menos adorada grupa. Proced� a limpiar sus heces con el cuidado de una
madre a su beb�, para que el papel no la raspara lo humedec� con mi saliva, ni
que decir que este cuidado no era mas que un pretexto para continuar
acarici�ndolo. Dediqu� mas tiempo del necesario, hasta que ella empez� a re�rse.


- �Estas seguro de que ya est� limpio? Me dijo


Deposit� un cari�oso beso en la flor que me ofrec�a y nos
paramos y abrazamos y besamos una vez m�s.


- Ahora te toca a ti me dijo, a�n tienes rastros de mi
interior.


Dijo tom�ndome del pene. Volte� a ver y efectivamente se
notaba una capa amarillenta sobre mi instrumento. Me acerc� al lavamanos, se
coloc� detr�s de m� y abri� la llave y empez� a enjabonarme el pene con el mismo
cuidado y cari�o con que hab�a yo limpiado su culito y supongo que con la misma
intenci�n de seguirlo acariciando. Sus senos acariciaban mi espalda y su vello
del pubis cosquilleaba mis nalgas. Por supuesto que volv� a estar en condiciones
de dar bater�a a mi amada, me sent� en el inodoro y se acomod� nuevamente arriba
de m� trag�ndose de un bocado mi pu�al de carne hasta la empu�adura. Comenz�
entonces un lento mete y saca, muy lento sin salirse demasiado, solo la mitad
del recorrido posible, sus brazos descansando una vez m�s alrededor de mi
cuello, mientras yo alternativamente le besaba los pechos, el cuello, las orejas
y la boca y mis manos inquietas recorr�an toda su anatom�a. No s� cuanto tiempo
continuamos as�, seguro que fue bastante mas de media hora, con cierta
regularidad ella se deten�a, se estremec�a y segu�a adelante, hasta que de
repente se abraz� mas fuerte a m�, peg� totalmente su pelvis a la m�a y empez�
nuevamente a convulsionarse, en ese momento llegu� tambi�n a mi cl�max y arroj�
nuevamente mi semilla en las c�lidas paredes que la esperaban. Nos quedamos
fuertemente abrazados con nuestros sudores mezcl�ndose hasta que mi pene
totalmente agotado se sali� de la cueva m�gica.


- �Por fin lo mat�!


Exclam� mi amada regocijada. Acto seguido se desmont� y se
arrodill� nuevamente frente a m� y otra vez se lo introdujo en la boca
limpi�ndolo totalmente, incluso se meti� tambi�n los huevos, volte� a verme y me
mostr� los dientes alrededor de mis genitales, sus ojos brillando con malicia,
de un mordisco pod�a cambiarme el sexo. Pase� su lengua por mi virilidad sin
sacar esta de su boca y por fin solt� su presa y se par�. Volvimos a ba�arnos
mutuamente, todav�a cari�osamente pero ya satisfecho el deseo. Nos vestimos
mutuamente, para m� fue m�s sencillo, le puse primero sus sandalias, luego le
pas� la falda por encima de su cabeza y se la ajust� en la cintura, enseguida le
coloqu� la blusa, dejando descubiertos sus hombros como siempre la usa, no sin
besarlos suavemente mientras ella acariciaba mi mejilla. Ya estaba ella vestida
y yo todav�a desnudo. Se arrodill� junto a m� para ponerme los calzoncillos,
antes de cubrir mi pene lo bes� una vez mas, me ayud� a subirme el pantal�n y me
sent� en una silla para calzarme. Bes� cada uno de mis pies antes de ponerme los
calcetines y los zapatos y me puso la camisa. Nos abrazamos y besamos otra vez,
con mas ternura que pasi�n, volv� a acariciar sus nalgas por encima de la tela
de su falda. Se separ� de m�, me indic� que me sentara y me empez� a explicar.


- Mi alboroto de hace un rato se debi� al temor de que me
embarazaras, ya que estoy en la culminaci�n de mis d�as f�rtiles. Sin embargo
luego lo pens� mejor. En casi cinco a�os de matrimonio no he podido concebir. No
s� si sea yo o mi marido, el caso es que se ha deteriorado un poco mi relaci�n
con �l.


Si como resultado de esta noche quedo encinta, quiz� mejore
mi situaci�n con mi esposo, al que todav�a amo y si no, sabr� que soy la del
problema y dejar� libre a mi marido para que pueda tener la familia que tanto
quiere.


Por lo pronto cuando llegue a casa con mi marido tendremos
que fornicar para que �l no sospeche si salgo embarazada. �No te molesta la idea
de que coja con mi esposo?


- No solo no me molesta, sino me parece l�gico, adem�s que me
encantar�a embarazarla si eso la hace feliz, sobre todo despu�s de toda la
felicidad que usted me ha proporcionado.


Volvi� a besarme y me dijo:


- No cabe duda de que eres toda una adquisici�n. �Ea! Ve a
limpiar el ba�o mientras preparo algo de desayunar, ya est� amaneciendo y no ha
de tardar mi marido.


Casi hab�a terminado de limpiar el ba�o cuando o� que se
acercaba el carro de mi patr�n. �l entr� y su esposa lo abraz�, le explic� que
hab�amos pasado una noche acomodando todo, pero que no hab�amos podido dormir,
que ya todo estaba limpio y en su lugar y que me hab�a permitido ba�arme en su
ducha por haberla acompa�ado toda la noche y sobre todo por haber colaborado con
ella en todo momento. Como ver�n en todo lo anterior no minti� una sola vez.


Luego le pregunt� como hab�a pasado �l la noche y pareci�
interesada en su respuesta. El desayuno qued� listo y me invitaron a compartirlo
con ellos en la misma mesa. Durante el desayuno el marido se nos quedaba mirando
como si sospechara algo, pero ella sab�a fingir muy bien y yo estaba demasiado
cansado, lo cual era normal aunque no hubiera yo tenido la actividad referida,
por lo que �l se tranquiliz�, pensando que, que pod�a haber pasado entre una
dama como su esposa y un mozalbete como yo. El muy miserable de mi patr�n me
recompens� con un bono de diez d�lares, lo cual por supuesto ni me molest�, pues
ya hab�a sido yo ampliamente recompensado. Me dijo que me tomara el d�a a lo que
yo repliqu� que si me quedaba dormido quiz� llegara tarde, pero que contaran
conmigo para esa noche.


Por supuesto que lo que deseaba era volver a ver a mi amada,
as� que a las cuatro, la hora de costumbre, ya me encontraba yo entrando al bar.
Como el patr�n hab�a pasado toda la noche en su otro trabajo, le hab�an dado el
d�a, as� que contra lo acostumbrado, estuvo todo el jueves en el bar. Yo salud�
a la se�ora con el mismo respeto de siempre y me dediqu� a lo mismo de
costumbre, aunque como ya el d�a anterior hab�amos adelantado mucho, no hab�a
casi hacer. Mi patrona le dijo entonces a su esposo que aprovech�ramos los tres
de empezar a reacomodar la bodega, trabajo que hac�a tiempo mi patr�n quer�a
realizar, pero ten�a poco tiempo para efectuarlo. En la bodega empezamos a
organizar las cajas de bebidas fuertes por un lado, los refrescos a un lado,
etc�tera. En tres ocasiones diferentes mi patr�n mencion� la necesidad de ir a
buscar algo afuera de la bodega, en las dos primeras mi patrona me dijo que
fuera yo, entend� de lo que se trataba y la tercera vez me ofrec�
voluntariamente a hacerlo. El patr�n cre�a que buscar�amos cualquier oportunidad
de estar solos, pero al ver que no era as�, dej� de insistir. Aparentemente se
convenci� de nuestra inocencia, porque nunca m�s volvi� a dar se�ales de
suspicacia. Ese d�a me dediqu� con esfuerzo a continuar haciendo lo de siempre,
sin voltear siquiera hacia donde estaba mi amada, como lo hac�a cuando le ten�a
terror.


El siguiente viernes, me dijo de tal manera que su esposo
escuchara:


- �Qu�tate la camisa mientras limpias los ba�os, para que no
la sudes! Te he visto atendiendo las mesas con la camisa sudada.


Y aparentemente se desatendi� de m�, pero m�s tarde fue a ver
si ya hab�a yo terminado, y baj�ndose la blusa me abraz� por la cintura y me
bes� pegando sus senos desnudos a mi pecho. Subi�ndose nuevamente la blusa sali�
del ba�o diciendo:


- Termina r�pido que necesito que me ayudes en la bodega
(�sta fue la t�nica de nuestras relaciones, cuando el marido la escuchaba, me
hablaba en tono estricto, pero cuando nadie lo hac�a, solo "Mi Amor" me dec�a.
Por mi parte jam�s la llam� de otra forma que no fuera Se�ora, incluso aunque
estuvi�ramos ambos desnudos y le tuviera el pene metido en el culo).


De sobra est� decir lo r�pido que termin� de limpiar el ba�o
y corr� a la bodega. Al abrir la puerta o� a mi patr�n gritarme:


- Ap�rense que no tardan en llegar los primeros clientes


Cuando entr� ya mi patrona hab�a colocado una caja de madera
en el piso con un cobertor encima, al verme entrar se recost� de espaldas en el
cobertor levant�ndose la falda y abriendo las piernas, me acerqu� con intenci�n
de besarle el chumino, pero me urgi� en voz baja:


- No hay tiempo, m�temela de una vez, ya estoy que ardo.


Me baj� el pantal�n y sin m�s pre�mbulo se la dej� ir. Se
volvi� a bajar la blusa para que le besara los senos, a lo cual no me hice del
rogar. En menos de diez minutos estaba yo llenando de leche su vagina. Me hizo
pararme y me limpi� con su lengua la pirinola, enseguida se par� y se compuso la
ropa, mientras yo trataba de guardar mi instrumento todav�a listo para la
acci�n.


Me indic� que acomodara yo algunos trebejos y saliera para
nuestro trabajo.


Me bes� en los labios, como lo hac�a siempre, un beso r�pido
con la boca abierta y su lengua entrando apenas y saliendo enseguida tocando
ligeramente mis dientes. Entonces me dijo:


- No creo que hoy podamos hacer mas que esto, y ma�ana
tampoco, pero entre semana prometo compensarlo.


Me dio otro beso igual al anterior y sali� de la bodega.


Desde luego que la carga de trabajo de ese d�a, aunada a la
multitud que nos rodeaba nos impidi� pensar siquiera en otra cosa que no fuera
el trabajo.


Efectivamente el s�bado no hubo la menor oportunidad de un
encuentro amoroso, pero inici� ella el rejuego de pasar junto a m� y acariciarme
mis partes nobles o levantarse la falda para mostrarme sus encantos, sin que lo
notaran los dem�s. En un momento antes de que empezaran a llegar los clientes,
me habl� junto a la barra, mientras su marido estaba adentro de la misma me
dijo:


- Quiero que limpies bien aqu� debajo


Pero mientras lo hac�a se agach� mostr�ndome las tetas, por
si dudaba yo que eso era lo que intentaba, todav�a jal� hacia abajo su escote y
me gui�� un ojo. Al acabar la jornada, para cuando sali� el �ltimo cliente, yo
ya ten�a avanzado por lo menos la mitad del trabajo que deb�a hacer el lunes. Mi
patr�n no lo not�, pero su esposa s�, sonri� satisfecha y en voz baja me dijo:


- El lunes vente mas temprano, mi marido me trae como a las
dos de la tarde y se va antes de las tres, procura llegar a esa hora. Si ves que
todav�a est� aqu� su carro no te dejes ver hasta que se vaya o hasta que sean
las cuatro.


El domingo descans�bamos, as� que ni la pude ver, pero me
hice tres pu�etas a su salud, recordando los sucesos de la noche memorable.


El lunes a las tres de la tarde en punto, me present� en el
bar. Mi amada estaba junto a la puerta, en cuanto entr� se ech� en mis brazos
bes�ndome apasionada. Yo pas� mis manos por encima de su ropa primero y
enseguida le levant� la falda por detr�s, hasta descubrir sus nalgas, a
continuaci�n con la mano derecha empec� a acariciarlas y poco a poco empec� a
introducir mi dedo medio en su culito, logrado esto, con mi mano izquierda
acarici� sus tetas por debajo de su blusa, mientras nuestras lenguas danzaban
juntas su ya acostumbrado baile. Ella procedi� a quitarme la camisa y yo le
levant� la blusa con una sola mano, sac�ndola por encima de su cabeza. Despu�s
de un rato me llev� hacia el ba�o de ellos y termin� de desnudarme, sin quitarse
ella la falda se volte� y apoy� sus manos sobre la taza del inodoro. Yo levant�
su larga falda tap�ndole su espalda desnuda y la penetr� desde atr�s, cinco
minutos despu�s ya estaba descargando mis huevos en su interior, hice una breve
pausa y reinici� mi movimiento dentro de ella, esta vez tard� un poco m�s, pero
no mucho, como quince minutos. Ella se incorpor� y me hizo sentarme en el
inodoro, repiti�ndose toda la acci�n de nuestra �ltima sesi�n de la madrugada
del jueves. Nos volvimos a vestir, terminando los trabajos pendientes para abrir
puntualmente a las seis de la tarde.


Aquella relaci�n cambi� mi vida radicalmente. Mi amada se
convirti� en mi mentora, estimul�ndome a continuar super�ndome intelectualmente.
Me indicaba que libros deb�a leer, discuti�ndolos mas tarde conmigo,
participando su esposo ocasionalmente en estas tertulias culturales. Convenci� a
su marido de mejorar mi salario, me dieron llave del negocio y empezaron a
dejarme que yo lo abriera y cerrara. Muchas veces no pod�a ir ninguno de los dos
entre semana y como hab�a pocos parroquianos yo me daba abasto para atender,
cobrar y limpiar. Jam�s intent� quedarme con un peso siquiera, lo cual no pas�
desapercibido a los ojos del avaro de mi patr�n, con lo cual me tuvo mayor
confianza. Para los viernes y s�bados contrataron a un amigo m�o y a su hermana,
para que me auxiliaran, sobre todo cuando mi patrona ya no pudo continuar
trabajando debido a su embarazo. �Por supuesto! �Qu� esperaban? No sabemos si
fue desde la primera vez, o en las subsecuentes, que fueron muchas, pero eso
hizo la felicidad de los tres, mis patrones y yo.


Continuamos siendo amantes durante doce a�os durante los
cuales procreamos cinco hijos, dos ni�as y tres varones, de los que fui su t�o
favorito.


Siempre fuimos muy discretos, por lo que estoy seguro que
nadie se dio cuenta. Terminamos la relaci�n de com�n acuerdo cuando me hice
novio de una de sus sobrinas, a la que enamor� por instigaci�n de mi amada.
Casarme con �sta chica fue la segunda mejor cosa que me ha pasado en la vida,
cronol�gicamente hablando. Pero si no hubiera ocurrido la primera, tampoco
hubiera pasado la segunda, pues no hubiera sido yo mas que un empleado de su t�a
y �sta no me hubiera apoyado en el romance y seguramente yo ni hubiera pensado
en relacionarme con la familia de mis patrones. Yo termin� primero siendo socio
del negocio y m�s tarde due�o del mismo cuando pude compr�rselos.


Autor: Malajeta


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Relato: La Cantina
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